
La crisis, una apuesta por la ecología
La primatóloga Jane Goodall visitó ayer A Coruña, donde declaró: "Confío en que la recesión cree un modelo más realista que propicie la conservación de las especies"
Dice la primatóloga Jane Goodall que lo más importante que le han enseñado sus cincuenta años en la selva, estudiando con paciencia los movimientos y comportamientos de los chimpancés, ha sido a ser menos arrogante. El ver de cerca que no se diferencia tanto de los grandes simios le ha hecho preocuparse más por ellos, si cabe, y pedir a gobiernos y a particulares que se involucren en la lucha por los que podrían haber sido nuestros hermanos mayores; ellos, de la etóloga Goodall, han aprendido a confiar
No se siente tan alejada de los chimpancés como decían los libros que estudió y que revolucionó con sus trabajos de campo, con sus horas detrás de los árboles, con los binoculares colgando del cuello y con la nariz adelantada para que uno de los habitantes de la selva de Kenia le tocase la nariz, como un símbolo de que la entendía, aunque no tanto como ella le quería entender a él. La primatóloga Jane Goodall visitó ayer las instalaciones del Centro de Extensión Universitaria e Divulgación Ambiental de Galicia (Ceida) -en el Castillo de Santa Cruz de Oleiros- y el Palacio de la Ópera coruñés para explicar los proyectos de la fundación que lleva su nombre y para sembrar la semilla que, durante más de una década, ha ido germinando en diferentes puntos del mundo, y cuyo fruto es la protección de los animales y de los ecosistemas en los que habitan. Se expresa con facilidad, como quien ha respondido ya cientos de veces a las mismas preguntas y conoce el guión como si lo hubiese escrito ella; llega con un pantalón negro y un fular naranja bajo el que esconde sus manos, huérfanas de anillos y abalorios; al cuello un gran colgante, que quizá signifique el amor a la tierra para una primitiva tribu de África; el color blanco, a sus 75 años, ha teñido ya su cabeza y, sobre los labios, lleva una ligera pátina de carmín rojo. No gesticula, asiente con la cabeza y sonríe tímidamente. Puede ser porque se ha levantado a las cinco de la mañana, porque la lluvia le ha calado las maletas a su llegada al aeropuerto o porque le interesa más difundir su obra y su idea de lo que debe ser el futuro que mostrarse excesivamente simpática o todo lo que los lugares que visita puedan ofrecerle a ella. Observa con atención los paisajes que la rodean, se asoma a las ventanas, mira a las cámaras cuando se lo piden y sabe que todo lo que dice es tenido en cuenta. Firma autógrafos en los libros que venden en la puerta del Ceida a 20 euros; bebe agua de una copa y el catering ha tenido que preparar un menú especial para ella y sus dos acompañantes (miembros también de la fundación de Goodall). Un variado de tomates cherry, fruta y unas almendras saladas es lo que se lleva a la boca la señora Jane a lo largo de la mañana. Se la ve delgada, pero fuerte, tanto como sus convicciones y es que, con 75 años y medio siglo dedicándose al estudio de los chimpancés, viviendo entre ellos para llegar a comprenderles, Jane Goodall es algo más que una primatóloga, es la mujer que más ha conseguido acercarse a la manera de ver el mundo de los chimpancés, no en vano, la conferencia que pronunció ayer, en el Palacio de la Ópera, se titulaba O que aprendín dos chimpancés. A conservación das especies ameazadas. Dice que su experiencia en la selva, esperando encontrar algo que la acercase a los grandes simios y que acercase, más si cabe, las dos orillas, le ha enseñado, sobre todas las cosas, "a ser menos arrogante" y es que la diferencia se reduce con cada nuevo descubrimiento. "Me enseñaron la diferencia entre las buenas y las malas madres y su influencia en sus bebés", relata Goodall, que después de comer visitó la Domus y firmó en su libro de oro con un bolígrafo Bic. Y de ella, ¿qué aprendieron los animales que poblaban los relatos de los libros que leía Jane de pequeña?. "Los chimpancés aprendieron a confiar en mí; no quería interactuar con ellos, sino registrar lo que estaban haciendo; no mucho más", explica Goodall que ve a estos grandes simios tan capaces de aprender en cautividad tanto como lo haría un bebé. Viaja 300 días alrededor del mundo y, los otros 65 se los pasa en Tanzania, descansando; hace esto para concienciar a los jóvenes de la necesidad de proteger la naturaleza. "Me sirve saber que, cientos de jóvenes están plantando cientos de árboles en las zonas tropicales están ayudando a reducir el impacto ambiental de mis viajes", dice Goodall, que habla con las manos bajo la mesa, y sólo las muestra para explicarle algo a su intérprete. No le asusta hablar de la crisis económica ni del cambio en la Casa Blanca -había criticado a la administración Bush por la guerra de Irak-y es que, durante sus años de activismo, ha sido tan crítica con todo que hasta el feminismo se le echó encima, cuando dijo que la influencia de las madres en los primeros años de vida de los bebés eran lo más importante y que deberían buscarse nuevas fórmulas para que las madres tuviesen más presencia en la infancia de sus niños. Confía en que la recesión mundial obligue al mundo a crear un nuevo modelo económico "más realista y sostenible"; un sistema que, a diferencia del actual, no desespere a los que quieren cambiar las cosas. "Espero que volvamos a tener en cuenta que las decisiones que tomamos hoy les afectan a nuestra gente y a nuestro futuro, más que a una junta de accionistas", relató la británica. Los años de experiencia le han enseñado que no es cuestión de países ni de políticas la salvación del mundo, sino de cabezonería y de paciencia, de saber explicar los objetivos y de hacer que los demás los entiendan y luchen por ellos. "Hay mucho dinero involucrado en la caza furtiva, pero hay esperanza de desmantelarla con iniciativas que son sostenibles. Alrededor de los campos de refugiados había muchos cazadores. Un día, un joven de quince años, le propuso a su tío que dejase el furtivismo y que criase gallinas. En dos años, 75 cazadores se habían convertido en criadores de aves, porque les daba más dinero. Se puede cambiar", concluye Jane Goodall, como quien cuenta una parábola, como quien espera que un cuento pueda entrar en la cabeza de quien lo oye con más facilidad que un gráfico de barras.
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